Florecimiento

Publicado por Ariaté Educación Evolutiva en

Les voy a contar una historia que a mi me contaron hace mucho, mucho tiempo de cómo nació este planeta en el que todos estamos.

Hubo una gran reunión en el cosmos, una reunión como pocas veces se había producido. Fueron convocados sabios de todos los lugares, por más lejanas que estuvieran en todo el cosmos, representantes de mundos, seres reconocidos por su gran conocimiento, por su alta experiencia en la conducción de la evolución, había representantes de todas las dimensiones evolutivas, seres compactos y serios, otros sutiles y cristalinos, otros profundamente abstraídos en la reflexión interna, otros juguetones, divertidos. Dicen que era una gran fiesta de colores, de extrañas formas, de diferentes lenguas.

La reunión se llevaba a cabo en un lugar que todos reconocían ya que era usado para grandes iniciaciones, cambios de ciclo evolutivo y creación de nuevos sistemas solares.

Era magnífico el lugar, la vista no encontraba limites, los planos interactuaban de tal manera que la sensación era estar adentro y afuera a la vez, en una dirección y en otra. Era como la reunión perfecta de todo. Emergía una gran columna de fuego tan alta que se perdía de vista y tan profunda que se sentía su absorción. Todas las animadas conversaciones de los asistentes se acallaban cuando se aproximaban a este vórtice. La sagrada presencia del principio creador flameaba en ese vórtice y era tal la atracción, que los corazones latían en silencio, se diluían los pensamientos y una gran presencia del eterno presente les envolvía y vaciaba.

Solo la esencia permanecía, latiendo al unísono con el Divino principio que los alimentaba.

Cuando el silencia fue total, se alzo un voz ancestral y eterna que en la lengua sagrada de la creación hablo por largo tiempo. Todos escuchaban en su corazón, pues solo desde él podía ser entendida. A la vez que la voz penetraba intensamente en la conciencia de cada uno pasaban imágenes a gran velocidad a través de las cuales podía verse el proceso de la creación, el desarrollo de los mundos, la situación de la evolución. Desde esta profunda visión todos pudieron comprender el sentido de la convocatoria; la evolución estaba enlenteciendo y estancando, después de haber vivido en una gran aceleración por mucho tiempo, se estaba colapsando el proceso de la creación. Cuando la ancestral voz cesó, todos se miraron con gran consternación, sus miradas penetrantes hablaban del recorrido rápido que cada uno estaba haciendo interiormente, relacionando la experiencia del mundo o sistema desde el cual venía a la situación global que se estaba develando. Muchas incógnitas estaban siendo respondidas, muchas lagunas de entendimiento se llenaban, caían las piezas en las mentes extensas de cada uno y un gran eco comenzó a poblar el lugar.

Las diferentes lenguas se expresaban, más comenzó a prevalecer la lengua iniciática que todos conocían hasta que la comunicación estableció en este nivel y comenzó un intercambio profundo de las experiencias e investigaciones de cada uno de los mundos o sistemas que representaban.

Muchos soles se apagaban y encendían, estrellas marcaban el paso del tiempo que duró esta reunión y poco a poco las conclusiones iban llegando y una gran esperanza emergía en los corazones. Un sonido poblaba las gargantas de todos, urantia, urantia. Ese nombre que se le dio al planeta que seria creado para llevar adelante un plan de salva taje donde hallar la clave que pudiera remontar la situación de colapso evolutivo que amenazaba la creación. Se hablaba de la nueva humanidad que poblaría este planeta, surgida de la experiencia profunda de la conciencia terrestre, nutrida por el conocimiento cósmico y forjada en su voluntad por el desafío evolutivo.

Cada uno se retiro a su lugar de origen para preparar el aporte que entregarían a la nueva humanidad y al nuevo planeta que había asumido la misión para toda la creación.

Muchos preparativos se realizaban en todas partes, no había tiempo que perder, la situación creada urgía respuestas contundentes.

En el reino de los ángeles había confusión, contradicción, ya que este planeta evolucionaría sin la intervención continua y directa de los arcángeles como había ocurrido en el resto de la creación y esto para evitar la impregnación de la dificultad evolutiva que estos estaban encontrando en su experiencia, desde la cual habían apurado la realización de los mundos para volver cuanto antes a la dimensión Divina, sin dar la posibilidad de maduración necesaria para que esto ocurriera.

Un gran movimiento recorrió el cuerpo arcangélico sobre todo y comenzaron a enfrentarse las posiciones. Si en el nuevo planeta se haya esta clave de la cual se habla, la experiencia de cada mundo se alargará, la creación será un proceso eterno y seremos llevados a tener que crear de forma permanente sin poder volver a estar fundidos en la Divina presencia.

Surgieron tiempos duros y difíciles en la experiencia arcangélica y en la medida que el proyecto de Urantia avanzaba la contradicción crecía hasta que tomó forma en una resistencia activa de boicotear este proyecto. Hubo conspiración, pactos, engaños, rebeldías, sumisión, los hermanos se desconocían, creció la desconfianza, se quebró la unidad y sobre Urantia, que nacía, se volcó esta locura de resistencia y de miedo.

Desde el poder co-creador fueron interferidos y manipulados los códigos de evolución que regirían el proceso del planeta y de la humanidad, aislando la conciencia con la cual contarían para hacer la misión que le fue entregada.

Surgió la gran rebelión a la voluntad Divina, y los arcángeles se enfrentaron queriendo limitar esta resistencia activa que muchos tomaron y que amenazaba con ir más allá de Urantia.

La conmoción alcanzó a toda la creación y un gran interrogante surgió en todos los rostros y en todas las voluntades. De nuevo tocó el cuerno ancestral sagrado y la convocatoria fue hecha. Esta vez ni las voces ni los rostros estaban animados. Se hablaba en murmullos y muchas manos. Se crispaban desesperadas sin hallar la luz  que los corazones ansiaban.

El vórtice de fuego se alzaba silencioso y la Divina presencia se hizo imponente y pidió a todos que se expresaran y vieran en su corazón como solucionar lo que había ocurrido.

La representación arcangélica, medía sus palabras sin poder hallar una respuesta unificada, el quiebre producido les dejaba sin la fuerza necesaria para promover el orden que urgía recuperar en la creación.

Muchos amaneceres y crepúsculos se sucedieron, las montañas afilaban sus picos queriendo escuchar los detalles, las aguas susurraban queriendo llevar las nuevas, más pasó mucho tiempo hasta que el gran concilio pudo acordar la nueva estrategia.

El plan para Urantia había sido establecido. Un gran gong formado por ecos cósmicos surgió del centro del gran concilio y el cosmos se estremeció ante la gran tarea, el gran esfuerzo, la inmensa hazaña que se establecía para que Urantia fuera recuperada y el conflicto de resistencia trascendido.

De nuevo cada uno partió, ahora con gran apresuramiento para preparar el aporte que se daría desde cada mundo a la nueva estrategia evolutiva del nuevo planeta interferido.

Urantia se debatía ye entre la luz y las sombras, las afiladas garras del conflicto mediaban sus entrañas y la vida luchaba por permanecer a través del sofocante estadio de la muerte prematura. Las semillas impregnadas de desvarío, formaban extrañas y deformes figuras que mutaban la realidad soñada del planeta. El dolor mordió fuertemente la vida que nacía y pronto se estremeció la tierra entera. Grandes cataclismos asolaban el planeta, brutales colisiones amenazaban su integridad. Alianzas de luz vinieron al salvataje, estrechando anclas, pilares de sostenimiento, más nada más podía hacerse hasta que el planeta por si mismo lograba estabilizarse.

Sucedió poco a poco y desde el caos evolutivo fue surgiendo la humanidad. Aunque mutilada en su potencial, conservaba una mirada férrea de voluntad y un corazón sostenido en la conjunción de muchos soles, labrado en el sueño de muchos seres que sostenían la esperanza de que la creación fuera redimida.

Así las luces y las sombras poblaron Urantia que fue cambiando su nombre, adaptándose a la nueva situación. Muchos la conocieron como Tierra, la madre, donde se gestaba el posible cambio, la posibilidad de transformar la debilidad evolutiva que amenazaba la creación.

Dicen que fueron tiempos muy largos, donde todo se hizo profundo y las sombras avanzaban boicoteando el plan establecido.

Muchos seres de todas partes del cosmos encarnaban en el nuevo planeta para trabajar en este Plan sostenido desde todos los niveles, la resistencia arcangélica fue encaminada a encarnar y vivenciar la gran batalla entablada en la evolución ara decantar así el conflicto surgido. Desde todas las condiciones y lugares, se llegó a trabajar en este proceso que Urantia vivía. Se conocieron los momentos más atroces y los amaneceres después de la batalla, la balanza yendo de un lado a otro sin poder determinar la dirección del proceso. Todo el cosmos se asomó a esta gran ventana donde se definía el curso de la evolución entera.

A veces los aportes eran barridos sin tener la oportunidad de establecerse, y por tiempos la tierra se aisló en una sorda batalla de la que apenas llegaban noticias.

En un momento de aparente reposo, se acercaron seres extraordinariamente brillantes que cargaban enormes cantidades de semillas.

Parecían frágiles porque eran como finos cristales, muy sutiles, que albergaban núcleos de conciencia muy elevados. No parecía posible que aquellos cristalinos seres pudieran penetrar el denso campo vibratorio que se expandía en Urantia, pero ellos traían una gran determinación y sus brillantes cristales se abrieron paso y fueron sembrados en las tierras yermas aun ensangrentadas en la dura batalla evolutiva. Fue como una lluvia fresca, continua y profunda que empapó la vida y alcanzo a las almas. El gran resplandor sólo duró un tiempo y aparentemente quedó oculto en la gran maraña del proceso evolutivo. Cuentan que este episodio vivido en Urantia fue llamado la siembra del florecimiento.

Los finos cristales anclados, las semillas del florecimiento pujaban con fuerza desde su contenido cauce, esperando el momento de quebrar la cutícula y espigar el núcleo de conciencia hacia la superficie. Los tiempos se fueron sucediendo y la luz de los corazones se abrió paso, primero arrinconando las sombras y luego absorbiéndolas. Un gran movimiento se aceleró en el planeta, después de eones de aparente muerte y destrucción emergió la conciencia, debatiéndose fuertemente del lastre y comenzó el tiempo de sanación, de iluminación, hasta que la tierra encontró la fuerza suficiente para iniciar la transformación, decantando de si  misma todo lo que no servía, lo que no era correspondiente. En este gran movimiento las semillas del florecimiento se activaron y enraizaron fuertemente en el proceso de transformación para a través de él abrirse paso hacia la superficie.

Cuentan que una gran corriente de vida se impulsó en este movimiento y las desoladas tierra, campos de batallas, se hicieron fértiles. Broto el agua, escondida en los grandes momentos de turbación. Regó los áridos caminos y a los polvorientos caminantes, limpió las heridas y abrió cauces nuevos de conciencia. El aire sopló fresco , vigoroso, despejando las confundidas mentes y de nuevo los ojos recobraron vida. Se alzó el fuego no ya para destruir, sino para fortalecer, para transformar, depurando las profundas grietas abiertas en la humanidad.

La tierra tembló pero ahora estremecida por el ardor de las semillas que se abrieron paso en su vientre. En la medida que la tierra se transformaba surgían los nuevos colores, las nuevas formas, nuevas realidades que se entretejían en la luz naciente de las conciencias que se abrían.

El florecimiento se abrió paso en la tierra con tanta determinación como fueron sembradas sus semillas. La luz floreció en la nueva conciencia y se abrió la clave por la que tanto se había luchado. No se puede determinar la evolución, solo seguirla y contenerla, pues el principio integrado en ella la impulsa por diferentes cauces. Solo el creador conoce el destino y el propósito de cada manifestación. Solo sirviendo y acompañando cada manifestación puede descubrirse. Cuando se intenta controlar, se para y no puede avanzar. El designio Divino es el misterio que cada manifestación creador encierra.

Cuentan que en muchos seres humanos puede verse ya el cristalino corazón del cual nacen las semillas del florecimiento y que nuevas siembras ocurren por todas partes, cada vez más cerca de la superficie.

Las ciudades de luz comienzan a ser tejidas, aún las llaman comunidades pero cada vez más cristales se encienden y brota la nueva vida, abundante en frutos, en potencialidades, en oportunidades. En la tierra fértil de Urantia crece la gran hermandad de la luz donde se cumple la alianza que el cielo estableció con la tierra para cumplir la sagrada misión de liberar la evolución.

En esta historia donde todos son protagonistas se te ha entregado un lugar y un corazón cristalino lleno de semillas de florecimiento.

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