Una arquera distraída
El arco y la flecha eran su deporte favorito.
Soñaba y practicaba y se encontraba una y otra vez usándolos.
Distraída por las voces de los payasos, la flecha salió una vez volando hacia un campo vecino poblado por ratones y culebras.
Asustada por la posibilidad de encontrarse con ellos, fue sigilosa y encontró la flecha. Salió airosa y contenta para volver a tomar el arco y apuntar más alto.
Nuevamente las voces la distrajeron. Esta vez eran los equilibristas. ¡Qué ágiles se veían mientras practicaban sus hazañas! Y esta vez la flecha cayó en un arroyo. Tuvo que saltar piedras y esquivar ramas para poder hacerse de nuevo con ella.
Una vez que la tuvo de vuelta se le ocurrió una idea: intentaría de nuevo pero cambiando de sitio.
Así fue como se paró en un claro en el campo, lejos de la carpa y de todos los personajes del circo. Y alzó su arco y calzó su flecha para volver a intentar.
La flecha Salió volando alto y se cruzó con una ráfaga de viento que la hizo volver a caer ni bien había levantado vuelo.
Ofuscada y cansada la arquera decidió tomar un descanso. Volvió a su cuarto en el trailer del circo.
El reposo la llevó a un sueño profundo e intenso. En su sueño una ardilla doraba le robaba la flecha cuando estaba a punto de tomarla, distraída por los movimientos de los contorsionistas.
Al darse cuenta, comenzó a perseguir a la ardilla por el medio de un bosque de enredaderas y flores. La ardilla corría y la arquera detrás, hasta que la primera se detuvo y embistió en carrera hacia la misma arquera.
Allí se quedó la arquera inmóvil, viendo a la ardilla avanzar impetuosamente en dirección a ella. Despertó sobresaltada del raro sueño, con una sensación extraña en el pecho.
Salió de su cuarto. Tomó su arco y flecha. Esta vez fue a pararse entre los demás artistas.
La flecha dio en el blanco.